En octubre de 2020 habíamos sobrevivido a 3 meses de confinamiento total en Madrid, pero se sucedían las restricciones por zonas y el vaivén de las cifras de ingresos en la UCI. Los paseos tenían un límite físico, eran fronterizos y absurdos, como por escenarios de cartón piedra.
Cuando hice esta ilustración no podía salir de mi propio barrio, ni ver a mis padres ni a mis amigos; y lo que se suponía excepcional empezaba a alargarse angustiosamente. Invertí el tiempo en perfilar con un pulso terrible la frase "Volverán las aventuras", y lo hice porque en realidad sentía que no iba a ser así; que los viajes, los cafés de termo, despertarse y mirar las hojas goteando rocío; las anécdotas y las discusiones, repartir comida y perderse y simplemente dejarse acompañar de los amigos; todo eso nunca más volvería a ser, a pasar, a estar.
Por suerte, ahora estoy segura de que las aventuras, diferentes, nuevas y viejas, sin duda vuelven.
